jueves, 18 de noviembre de 2010

¡Sí sin mi iPhone!

Casi al mismo tiempo del lanzamiento del iPhone 4, Apple fue puesta en entredicho por el suicidio de varias personas contratadas por la empresa que lo fabrica en China. Y tampoco se hicieron esperar las críticas a los problemas técnicos un poco más tarde: primero fue la cobertura, después el sensor de proximidad y, por fin, la fragilidad del terminal.

Pero tantos problemas en un sólo producto lleva a pensar más bien en estrategias de competencia, sobre todo si descubres que Foxconn fabrica para Apple pero también para otras muchas conocidas compañías; y si al comprar el aparato de marras te das cuenta de que no sólo no da problemas sino que es una verdadera “navaja suiza” electrónica capaz de hacer casi cualquier cosa de las que hacen la mayoría de los “gadgets” que podemos encontrar por ahí.

Así que si tenemos un buen chisme, producido en las mismas condiciones que cualquier otro y con un compromiso ecológico reconocido por Greenpeace, ¿cuál es el problema?

Pues en lo que respecta a las formas, el problema es que nuestra tecnología no es "neutra" sino fruto de la ideología dominante, que sólo produce lo que es capaz de concebir y le es útil. Y en el fondo, el problema es "uno y trino": nuestra estupida fe en el mercado y en su capacidad de autoregularse, que se traduce -en la práctica- en unas condiciones sociolaborales de explotacion cada vez más extendidas, en una permanente y progresiva agresión ecológica y en una desnaturalización de las relaciones humanas. Tres cuestiones que son consustanciales al sistema y que no se solucionan ni con la mal llamada "responsabilidad social empresarial" ni con más soluciones tecnológicas basadas en la mentira de las "tecnologías limpias".

Para empezar, no es ninguna novedad afirmar que la gente en los países empobrecidos y "en vías de desarrollo" -y cada vez más en los países “occidentales”- está sometida a unas condiciones laborales y de vida similares a las de la Europa del siglo diecinueve.

Tampoco es una primicia mantener que el elevado nivel de consumo -material y energético- de los países occidentales, el modelo de producción que lo sustenta y las altas tasas de flujos de transporte que necesitan rompen el equilibrio ecológico del planeta y ponen en serio peligro la vida tal y como la conocemos ahora.

El triángulo de consecuencias de esa fe ciega en el mercado lo cierra el estilo de vida que promueve y que, en lo que tiene que ver con las nuevas tecnologías, pretende hacernos creer que las distancias pueden acortarse y los tiempos ampliarse. De esa manera se desnaturaliza nuestra percepción de la realidad y se condicionan nuestras formas de relación, que pasan a depender cada vez más de "intermediarios tecnológicos".

Así, por ejemplo, brújula, gps y cámaras nos miden y traducen la naturaleza a parámetros lógicos; telefonía y mensajería instantánea convierten buena parte de nuestra comunicación en mensajes cortos y nuestra expresión corporal en "iconos emotivos" o "caritas expresivas"; reloj, agenda y alarma nos facilitan la inmediatez como estilo de vida; consola y reproductores de audio y vídeo convierten el ocio en una suerte de interacción digital; webs, wikis y libros electrónicos encierran el conocimiento en una maraña cibernética; ¡hasta la creatividad se ve cuadriculada en códigos binarios por el diseño gráfico y los sintetizadores!

No hay un sólo momento -ni uno sólo- para el que no haya diseñada una combinación de ingenios -hardware- y aplicaciones -software-: comer, descansar, cooperar, expresar, hacer el amor, prevenir, planificar, cuidar, defender, pasear, crear, dialogar, trabajar, aprender...

Y si hemos llegado al punto en que todo esa tecnología podemos llevarla en el bolsillo, a cualquier sitio y en cualquier momento, "enlatada" en un iPhone que además marca tendencias, ¿cuánto espacio nos sigue quedando para forjar nuestra propia identidad al margen de Apple -y demás secuaces-, el sistema productivo y la ideología que los parió?

2 comentarios:

anana dijo...

así que caiste en la trampa del iphone?!!!!tú!que estuviste largos años con tu fresquerita y sin ver tele!....y por no hablar de que la cobertura del engendro en cuestión es muy, muy dudosa.Donde se ponga un móvil básico, sin cámara, ni ná de ná...pa llamar y que te llamen y ya está.

Anónimo dijo...

En un libro muy bonito e interesante del franco-canadiense Hubert Reeves y de Joel de Rosnay, llamado "La Historia más bella del mundo", se dice que internet es un paso evolutivo en la historia de la Humanidad, un "conectarse todos con todos", algo único e inaudito e imposible para el resto de las especies. Mi punto de vista es el del eclecticismo más puro, no sé si estamos ante algo bueno o malo en sí mismo, pero creo que la ética y la lógica más simple dice que si sirve para activar una bomba en el metro de Madrid no es algo bueno en sí mismo, como tampoco lo es provocar una crísis económica presionando a los gobiernos a vender a buen precio los servicios públicos para los que hace doscientos años nos constituímos en Estados, y ello con sólo llamar a tu economista de cabecera...Si con Iphone te pones en contacto con alguien para intentar que esta Historia sea bella, debes volver a recogerlo, pero si sólo lo usas para llamar a tu banco a que vendan tus acciones (que no tienes) y con ello contribuyes al destrozo financiero del mundo pobre, mejor lo dejas donde esté...Los que se quitaron la vida fabricnado un móvil no son menos víctimas que los 3 millones de muertos al año por malaria, ni los 40 millones de muertos por SIDA que ya llevamos en África negra. Al menos ellos pudieron ser libres para dejarse la piel en el intento...Un abrazo.