viernes, 28 de octubre de 2005

Entre tú y yo

Para que dejemos de ser el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra es necesario que exploremos los caminos que ya hemos transitado y reconozcamos a qué sitios nos condujeron y qué dificultades nos ofrecieron; pero también de qué otros paisajes nos privaron.

Sería imprescindible, en este sentido, hacer un análisis extenso e intenso de nuestra historia: sus procesos -he oído alguna reflexión interesante sobre las consecuencias del dominio del fuego y la agricultura-, sus espacios –en un intento de superar por fin la visión eurocentrista- y sus protagonistas –para devolver el lugar que corresponde a los pueblos, sus gentes y, como no, al hombre y la mujer-.

Pero, para una reflexión que pretende promover la transformación de la realidad de nuestro tiempo, creo que es suficiente indagar un poco en nuestra historia más reciente y observar cómo, desde la época industrial, los mayores esfuerzos “revolucionarios” se han empeñado en el “cambio de estructuras” a través de la toma del poder político o el influjo en las decisiones gubernamentales: socialismo, comunismo y anarquismo hasta la Segunda Guerra Mundial; la izquierda revolucionaria, los movimientos civiles y las organizaciones sociales después de aquella; y, más próximo aún, el fenómeno “antiglobalización”.

Un modelo de compromiso que tiene su origen en la necesidad de los pueblos europeos de reivindicar y promover sus derechos frente a los abusos económicos y de poder de nobleza y burguesía. Un modelo de compromiso al que hay que reconocer grandes logros sociales, pero que hoy día, en Europa, frente a una clase política que proviene de la propia ciudadanía y que ha cedido gran parte de sus potestades a los agentes económicos, carece de sentido por sí mismo.

Y carece de sentido porque obvia la fuerza transformadora que representa la propia ciudadanía cómo sujeto activo en los frentes medioambiental, sociopolítico y de las relaciones personales: los hombres y las mujeres de Europa, si queremos comprometernos eficazmente con la realidad de nuestro tiempo, tenemos que ser capaces de superar los modelos de pensamiento y actuación de antaño desde una reflexión profunda e ingeniosa que origine respuestas creativas y valientes.

Ante un motor económico que promueve deliberadamente la despersonalización en nuestras relaciones convirtiendo a estados, pueblos y gobiernos en meros clientes y mercados al servicio de sus intereses, es necesario articular una respuesta integral desde lo personal -actitudes y comportamientos- hasta lo colectivo –promoción de otros modelos de desarrollo- pasando ineludiblemente por cómo afrontamos las posiciones de poder.

Y es imprescindible reconocer que, en Europa y en este tiempo, los procesos de transformación de la realidad han de darse desde y entre la propia ciudadanía, en un proceso continuado que genere, en la práctica, condiciones cada vez más adecuadas a los retos que nos han tocado vivir.

Moisés.

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