sábado, 21 de mayo de 2011

Hacia una democracia participativa

Que los gobiernos no representan a la ciudadanía, sino que están sometidos a los grandes intereses económicos no es ninguna novedad. Como tampoco lo es la escasa credibilidad de la clase política.

No importa si la realeza tiene o no sentido; si el resultado electoral es representativo de la voluntad ciudadana; si los partidos cumplen sus programas; si quienes gobiernan, legislan y juzgan responden al interés general, ni si sacan provecho de la posición que ocupan. No importan la corruptela ni la desfachatez. ¿O sí?

Lo que parece cierto es que la clase política se ha ido creciendo en sus desmanes, como si cada cuatro años la ciudadanía le firmara un cheque en blanco que legitimara cualquier cosa... Pero como todo tiene un límite, la connivente clase política ha encontrado el suyo en el bolsillo de la ciudadanía (dificultades de acceso al empleo y a la vivienda, reducción de derechos laborales y recortes salariales, ampliación de la edad de jubilación, etc.) y en el descarado privilegio que le ha otorgado a los grandes centros económicos y financieros.

Porque privilegiar a quienes ya disfrutaban de los mayores privilegios a cuenta de la precariedad y/o la exclusión de cada vez más sectores de la ciudadanía, ha sacado a la palestra un concepto por el que muchas personas están dispuestas a movilizarse: la dignidad.

Y para sorpresa de esa clase política, lo que la dignidad cuestiona no es ésta o aquella decisión; cuestiona el ritual más básico de la democracia representativa, el que le da significado: el ritual electoral, el de ir a votar. Y es que, ¿qué sentido tiene un acto que sólo sirve para amparar la mentira y la codicia de unos pocos?

Todo el sistema democrático representativo está ahora en entredicho y, por supuesto, cualquier junta electoral, por más legal que sea, no tiene legitimidad para proteger la mentira ni la codicia de nadie. Por ello el gobierno no puede actuar contra las acampadas instaladas en tantas ciudades, ni la oposición levantar mucho la voz.

Pero este contexto de anomia constitucional y de democracia deslegitimada, requiere que reflexionemos en torno a dos cuestiones claves: ¿qué estrategias pueden conducirnos a otro contexto de democracia participativa y directa? Y, mientras tanto, ¿tiene sentido usar nuestro voto?

En cuanto a la primera pregunta, se me ocurre que es imprescindible recuperar el “poderío social” a través del fortalecimiento de colectivos y asociaciones de todo tipo, que tiendan a agruparse en redes capaces de incidir de múltiples maneras en la vida cotidiana de sus municipios. Y mejor aún si esas redes se enriquecen con las de otras localidades.

En lo que respecta a la segunda, entiendo que es imprescindible una estrategia que facilite las condiciones necesarias para que se dé el objetivo principal: la recuperación del poderío social. Una estrategia que rompa con el encastramiento en el poder que supone la alternancia bipartidista, y que apoye la participación en el juego político de organizaciones más pequeñas, cercanas y accesibles a la ciudadanía. Una estrategia que, como tal, sería limitada en el tiempo, pero que no puede ser efectiva mediante la abstención ni el voto nulo.

En cualquier caso, a algunos sectores les interesará que las cosas se queden como están, y harán todo lo que esté en su mano -que no será poco- para mantener sus privilegios; y otros escudarán su parálisis, su miedo, su acomodo y/o su inconsciencia detrás de los discursos oficiales.

6 comentarios:

feministo dijo...

eyyyy

¡me has puesto en "blogs amigos"!

que ilusión!!!

:P

Laura dijo...

Personalmente pienso que es fundamental ejercer nuestro derecho al voto. El hecho de que el voto nulo no sea computable lo hace una muy mala elección si queremos cambiar las cosas. A todos los efectos, en España funciona igual que una abstención. Y si las abstenciones no hacen nada por el cambio, pues los votos nulos creo que mucho menos.

Por otra parte, los votos en blanco no afectan a los partidos pero sí al reparto de escaños, haciendo que los partidos minoritarios tengan más difícil llegar al 3% mínimo exigido para tener representación.

En fin, es complicado comulgar con un partido al 100% pero podemos hacer un ejercicio de reflexión para ver qué partidos aglutinan objetivos e ideales comunes que beneficien a la sociedad en su conjunto. En definitiva, hay que votar… y luchar por listas abiertas y un cambio del sistema YA! :-)

Bely dijo...

Todo está comprado y bien pagado.
El sistema capitalista controla perfectamente todo a través del dinero. Incluso las webs están pagadas según les convenga. Qué te parece que el estado pague una proyecto de promoción del trueque mediante 4 pingües sueldos de dos años. Subvenciones de todo tipo para el que sabe y conoce los entresijos del sistema-estatal, sin embargo a las personas que sólo buscan un empleo para 2sobrevivir" a esos ni agua. Ni te digo la llamada integración social que hace que muchas personas que ya cobran sus pagas puedan trabajar por miseros sueldos y encima subvencionen a las empresas....mira hay tanta aberración y maquillaje en esta democracia que noy por donde cogerla. Luego los que estan como una pieza más del sistema diciendo una cosa y haciendo otra, ya eso es la repera.

Probando dijo...

Laura,

comparto contigo que hay que votar, ya me he expresado en ese sentido, pero tiene razón Bely -y tanta otra gente- en que es imprescindible subvertir el sistema, y eso no se hace eligiendo un partido; se hace organizándose, reivindicando y promoviendo iniciativas sociales que hagan que nuestra realidad sea, en la práctica, otra.

Votar es sólo una herramienta temporal para intentar colocar "cerca" del poder a gente que facilite la transición de la democracia representativa a otra de participación directa.

Porque dejar que sean "otros" quienes nos gobiernen -ya tenemos experiencia en eso- es un acto demasiado irresponsable...

Anónimo dijo...

Yo he votado, pero estoy de acuerdo contigo con el tema de la votación. Hay que promover alternativas. La cuestión es cuán fuertes podemos hacerlas los ciudadanos (y cuanto queremos implicarnos en ellas) para que nos presten atención y sean efectivas. Pero tienes toda la razón.


Un abrazo,
Víctor

Fernando de la Riva dijo...

Te lo copio para pegarlo en http://participasion.wordpress.com (donde tienes tu casa)
¿Vale?
Besotes