martes, 20 de septiembre de 2005

El Mundo Interior

En diciembre de 1994, durante la acampada del cerosiete de Cádiz, hicimos una huelga de hambre de 24 horas. Y recuerdo que a media tarde las palomas que sobrevolaban Canalejas se me antojaban pollos asados. De hecho, nada más cumplir el plazo previsto me zampé un buen bocadillo de tortilla de patatas al que llevaba más de dos horas dándole vueltas...

Once años después –“y como pasa el tiempo, que de pronto son años”- he sobrellevado sin ningún problema un ayuno de siete días. Y es que, aunque hoy día sigo tan comprometido como entonces en promover “un mundo mejor”, es obvio que en una década -y aunque en realidad no hago otra cosa que seguir aprendiendo- he tenido tiempo de “afinar” mi estilo.

Entonces luchábamos porque los países enriquecidos destinaran un porcentaje –ínfimo- de sus presupuestos al desarrollo de los pueblos empobrecidos. Luego entendí que no bastaba con dar dinero, que era imprescindible un compromiso de transformación de la realidad “consumista” de occidente que favoreciera la independencia de los países del sur y respetara el medio ambiente. Más tarde, intuí imprescindible vivir esa transformación a nivel personal porque no podía pedir a nadie lo que yo mismo no fuera capaz de hacer. Ahora, el camino de transformación a través del cambio personal me lleva un poco más lejos para buscar dentro de mí las carencias que no me permiten desarrollarme plenamente y transformarlas en potencialidades... y recuperar así la esperanza en la humanidad.

De ahí, en parte, mis siete días de ayuno : un tiempo y un camino de interiorización para reencontrarme conmigo mismo y ser capaz de sacar lo mejor de mí a la vez que rebuscar en mis ciénagas para intentar transformarlas...

Además, en la "casa de reposo" he re-conocido bastante gente que también anda buscándose a sí misma a través de técnicas de autoconocimiento y crecimiento personal, la gente del “Mundo Interior”: yoga, tai-chí, chi-kung, meditación, relajación... técnicas que, en general, me han parecido muy potentes.

Pero he descubierto que en ese mundo harto profundo hay, sobre todo, dos tipos de personas: las que sobreviven alimentándose de la energía de las demás y quienes se relajan dejando que otras gestionen su voluntad. Una relación simbiótica perfecta, aunque he echado de menos un poco de autenticidad.

Estoy seguro de que podría haber encontrado personas realmente interesantes, pero creo que difícilmente destacarán en esos derroteros. Seguro que es gente humilde capaz de mirar más allá de su propio ombligo...

¡¡Líbrame, señor, del mundo interior!

Moisés.

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