martes, 27 de septiembre de 2005

¿Regalos? No, por favor.

El día de “mi” santo y el de mi cumpleaños, la navidad y los reyes magos de oriente y occidente coinciden en este tiempo que empieza a llegar; y uno que anda embaucado durante todo el año en conseguir desprenderse de todo lo innecesario -“renuncia soportable” que lo acuñó algún amigo- no puede dejar pasar desapercibidas estas fechas.

Fechas en las que los grandes intereses comerciales han hecho que sea “necesario” manifestar nuestro afecto mediante festejos y regalos. Y que me hacen acabar cada año con más de tres cosas a las que después de un prudente periodo decido “renunciar”.

Y como no tiene sentido seguir con esta farsa mi decisión es obvia. No quiero formar parte de este negocio irreflexivo del regalo obligado, aunque para ello necesito vuestra ayuda: que nadie me haga ninguno más en estas fechas.

Pensad que el mejor regalo que podéis hacerme es ayudarme a que me sienta un poco más coherente.

Pero como dicen los académicos que regalar es “dar a alguien, sin recibir nada a cambio, una cosa en muestra de afecto o consideración” y como quiera que nada es sólo de una manera; un regalo espontáneo -fuera de fechas establecidas- es, por lo general, un detalle que se agradece. Y si es algo hecho –creado, construido, montado, fabricado- por quien lo regala, más valioso aún... Y mejor que de plástico, de materias primas naturales. Y mejor recuperado que nuevo.

Y en cuanto a los festejos, siempre me ha gustado compartir una buena comida (un almuerzo, una merienda, una cena... un desayuno), lo que tampoco está reñido con una mesa sencilla.

Moisés.

No hay comentarios: