martes, 11 de octubre de 2005

Recuperar la Esperanza

Un viejo título en mis archivos, una reflexión siempre inacabada, una complicidad enamorada, un compromiso permanentemente en obras, una propuesta más o menos elaborada...

Muchas veces, cuando echamos una ojeada a nuestro alrededor o cuando la pantalla nos vuelca el mundo en nuestras narices, se nos cierra en un puño el corazón y la rabia, la compasión y ese espíritu romántico que nunca perdemos del todo nos exigen comprometernos.

Pero es tan compleja y a veces lejana la realidad que nos con-mueve, que resulta difícil concluir qué es lo mejor que podemos hacer. Y es ahí donde gente de intereses casi siempre dudosos enarbola la bandera del compromiso fácil: el de apadrinamientos, cerosietes y cuentas bancarias solidarias; el de contenedores de colores y papeles reciclados; el de siglas de siglos, puños en alto, votos y cambios electoralistas; el de iglesias y movimientos movilizados en el inmovilismo...

A pesar de lo cual es posible dar respuestas realmente comprometidas con la realidad de nuestro tiempo. Respuestas “traviesas” que, al romper con la fuerza de la costumbre, generen procesos auténticamente transformadores.

En este sentido, lo que pretendo ahora es trazar una reflexión más o menos compleja que nos conduzca a una conclusión más o menos sencilla sobre cómo comprometernos de manera eficaz con nuestro planeta y la vida que alberga en su seno. Y me es necesario –no sé cómo evitarlo- comenzar con algunos planteamientos teóricos que no tienen por qué ser ni especialmente novedosos ni necesariamente míos...

Digamos, para empezar, que existen dos principios fundamentales que deben regir cualquier compromiso que aspire a un mínimo de coherencia: en cuanto a la relación entre las personas, la “no-violencia activa”; y en cuanto al deber moral con nuestro planeta y su futuro, la “sostenibilidad”.

Comparto, además, la idea de que existen tres ejes matrices a tener en cuenta: la “Armonía” pretende que todo tiene cabida y un sitio propio que ocupar; la “Libertad” defiende la capacidad de manifestación y desarrollo según la propia esencia, sin coacciones desde fuera ni indoctrinas desde dentro; y la “Justicia” reconoce lo que le corresponde, le es propio y debido a cada ser o entidad.

Y, por fin, se me ocurren al menos seis procesos transformadores que asientan tales conceptos sobre la realidad: la renuncia soportable, la colectivización de usos, el comercio digno, la acción directa, la empatía y la confianza.

Dos principios fundamentales, tres ejes matrices y seis fórmulas de acción que darán para hablar (escribir, leer y pensar) en los próximos correos...

Moisés.

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