sábado, 13 de septiembre de 2008

¡Me cago en las formas!

Que en nuestras relaciones abundan la hipocresía y hasta el cinismo no es algo nuevo. No hay más que prestar atención a las noticias o escuchar “lo que hay que escuchar” a nuestro alrededor cada día. Y aunque no se trata de algo agradable, el afán por disfrazarlas sienta aún peor.

Y es que nuestra cultura es una experta en las “formas”. No importa tanto qué se hace o qué se dice como el cómo se ha hecho: cualquier discurso o actitud si está bien enchaquetada tendrá mejor bienvenida diga lo que haga. Ahí tenemos –valga sólo como ejemplo- a nuestros políticos y políticas bien uniformadas y diciendo todo lo que les viene en gana decir y hacer.

Pero el discurso de la forma está tan arraigado en nuestra cultura que no se limita sólo a lo que se exterioriza sino a lo que se ha de interiorizar: quien ha asumido sus “buenas formas”, en demasiadas ocasiones no atiende a lo que suena en otras sintonías, porque no es capaz de asumir otras maneras, porque no está en disposición de hacerlo o porque no le interesa.

Una manera más de despersonalizar las relaciones.

Porque, en realidad, no cabe discurso en el que no juegue su papel el afecto: lo que se ama y lo que se odia, lo que apasiona, lo que con-mueve y lo que es indiferente, lo que enternece y lo que provoca aversión, lo que alegra y lo que disgusta... Hasta lo que no se comprende despierta los sentimientos y añade matices a la manera en que nos expresamos.

Desde agasajar hasta confrontar hay todo un mundo de tonalidades que definen lo que se dice y lo que se hace, por lo que cualquier disfraz que pretenda encorsetar nuestro discurso en una “forma” determinada no pretende más que neutralizar una auténtica comunicación. Por cierto que, en no pocas ocasiones, en favor de quien ostenta cualquier poder por pequeño que éste sea.

Por supuesto que nada que persiga o consiga intimidar o provocar un daño a cualquier persona puede justificarse. Desde luego que el grito, la descalificación, el chantaje, la amenaza o la agresión no son manifestaciones enriquecedoras ni aceptables del comportamiento y que, por si fuera poco, en vez de resolver sólo perpetúan y agudizan.

Pero otra cosa es que cualquier actitud que se atreva a poner en duda la valía, la conveniencia, la congruencia, la intencionalidad e incluso la ética de lo dicho y hecho sea acallado, en cuanto se tiene oportunidad, con el argumento de “las formas”.

En este discurso tengo clara mi postura. Ya lo he dicho al principio.

Moisés

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué mundo éste! Un vistazo a la realidad, al mundo tal y como está, a los mileuristas, a los que están perdiendo sus casas porque el tipo de interés ha subido tanto que ya no pueden pagar las hipotecas, al medio ambiente, a la crisis económica, a la estupidez crónica, en fin, a todo. Y me doy cuenta... me quejo por hastío, por ansiedad y por aburrimiento!

Como un niño dijo a Darwin la felicidad es: Hablar, reir y dar besos.

En fín, creo que como siempre me he desviado... Muy interesante tu espacio. :)

A. Falacios dijo...

Es muy inspirador leerte, muchas gracias por compartir tus reflexiones.
Aparte de tu reivindicación de la justicia y tu fe en la capacidad de las personas de cambiar el mundo cada uno actuando según su capacidad y el lugar que le ha tocado o ha elegido, me han encantado esta entrada "informal", la apología de la travesura y la crítica a los regalos "preprogramados".
Un abrazo fuerte.

Anónimo dijo...

pues a mi me gustan tus formas¡
cádiz

Fernando de la Riva dijo...

Estás apañado, en esta Sociedad de la Simulación, en la que lo importante no es lo que es sino lo que parece, donde triunfa el eufemismo, y la estética siempre está por encima de la ética.
Con tantas "buenas formas" me parece que estás condenado a la "colitis crónica".
Un fuerte abrazo desde Cádiz

Anónimo dijo...

Existen formas y formas de cagarse. Aun
estando de acuerdo en el sentir de que vivimos en un mundo donde lo importante son las formas y no el fondo de las cuestiones, creo que podemos conciliar en ese "mundo mejor" las formas y el contenido. Podemos ser creativos, alternativos criticos y autocriticos, sin tener, al menos a priori, que perder las formas. Me niego a pensar que todo lo que esta rodeado de "buenas formas" sea pernicioso.
Un abrazo