viernes, 3 de diciembre de 2010

¡Malditos roedores!

Parece que más allá de los correos masivos de tintes nostágicos, los dibujos animados no dejan de estar de moda. Justo esta semana que los usuarios de Facebook han decidido cambiar la imagen de su cuenta por un personaje de "dibujitos", me he fijado en la cantidad de ellos que pululan por la urbe: Mickey y Minnie Mouse, Bugs Bunny, Popeye y Olivia, la pantera rosa, los Picapiedra, Mazinger Z, Scooby-doo, Epi y Blas... ¡Y un montón más que ni conozco!

Es sorprendente la facilidad con la que incluso los recuerdos y nuestra nostalgia pueden convertirse en dinero contante y sonante para las grandes compañías a través del cine, los medios de masas y la moda. Pero más allá de esto, esta "animada" semana me ha traído al recuerdo un estudio del que tuve algunas referencias cuando investigaba la emancipación en la juventud antequerana.

En él se mantenía que una de las razones que facilitaban la permanencia de la juventud en su núcleo familiar de origen era la infantilización de su imagen: hombres "imberbes" y mujeres aniñadas, con ropas y expresiones muy lejanas, por ejemplo, a la de los años sesenta y setenta, cuando los y las jóvenes representaron su propia libertad e independencia. De alguna manera, la evidencia de la madurez motiva en nuestro subconsciente la necesidad de independencia del vástago. Y claro, también todo lo contario.

Pero puede llegarse aún más lejos, porque mantener a la juventud en casa de sus progenitores hace de ésta una consumidora privilegiada que, con los gastos básicos cubiertos, puede emplear gran parte de sus ingresos en artículos de moda y tecnología y en el ocio de consumo.

Así las cosas, no parece que esa cotidianeidad de dibujos animados sea casual. Ya lo decía Super Ratón: -No se vayan (de casa) todavía... ¡Aún hay más (que consumir)!

2 comentarios:

Paula dijo...

¡Qué bueno Moi! Un beso

Anónimo dijo...

Me parece interesante el artículo, pero no estoy de acuerdo. Pero esto es solo opinión desde una perspectiva observadora (pues no lo investigué jamás). No me parece acertada la afirmación de que "una de las razones que facilitaban la permanencia de la juventud en su núcleo familiar de origen era la infantilización de su imagen". No sé qué razones o argumentos barajas para defenderlo, pero me parece que el tema de la imagen y lo que tú llamas "infantilización" no tiene nada que ver con ese tema. Y además, presuponer eso implica que el arraigo se da de los padres hacia los hijos, y no al contrario.
La imagen cambia, vuelve al pasado, se regenera, va hacia adelante... Tu análisis no es más que una perspectiva maniquea en la que se contrapone la imagen del adolescente actual que ya lo tiene todo y que teme a envejecer con la idea del adolescente del pasado que añoraba ser mayor porque así haría todo lo que no podía hacer.
Pero de ahí a que eso favorezca la integración o la permanencia en el núcleo... Habrá de todo, pero me da a mí que el tema económico (aunque, en otros casos, también el de un nuevo rango de poder del asolescente en el núcleo familiar, donde la figura del padre autoritario va desapareciendo y este, el joven, hace y deshace a su antojo) sigue siendo hoy por hoy el factor principal de la falta de emancipación entre jóvenes.
En fin, se trata solo de ideas que me vienen a la mente... Osado yo...

Un abrazo,
Víctor